Poco a poco se van mitigando las dudas sobre la serie New Play Control de Nintendo, recibida con vítores por unos y con duras críticas por tantos otros. Echemos un vistazo a dos de los exponentes de la misma –Pikmin y Mario Power Tennis– y comentemos sus virtudes y defectos, recalcando en múltiples ocasiones que esta línea económica busca presentar los clásicos de GameCube a los usuarios de Wii que no han tenido ocasión de disfrutarlos, a sabiendas de que el éxito de la consola ha abierto las puertas a una generación renovada de jugadores, con la consiguiente oportunidad de hacer mercado.
Sea cual sea el motivo último que ha impulsado a Nintendo a lanzar esta serie, ciertamente se trata de un oportunidad muy interesante para revistar títulos divertidos, de una gran factura técnica, que en la mayoría de los casos fueron calificados con valoraciones notables por parte de los medios especializados. El primer exponente de la colección es Pikmin, con el protagonismo del capitán Olimar y de los peculiares hombres-planta que pueblan el planeta donde se ha estrellado por casualidad la nave de nuestro héroe. Una sabia decisión por parte de la compañía de Kyoto dada la popularidad de la licencia en Europa y de los buenos resultados que obtuvo en su día en el mercado occidental.
El éxito o fracaso de esta línea depende plenamente del precio de venta al que se ponen a disposición de los usuarios, otro de los puntos a debatir entre los aficionados y que se venía a esclarecer hace pocas semanas. 30€ parece un precio justo por disfrutar de estos títulos, más aún si se considera la dificultad para hacerse con una copia del original y las comodidades que garantiza un sistema de control completamente guiado a través del Wiimote y del Nunchuk, que como se podrá comprobar a continuación encaja perfectamente de cara a satisfacer las necesidades de los usuarios a los mandos de su pequeño ejército de Pikmins.

Shigeru Miyamoto sorprendió a propios y extraños con una idea tan sencilla como entretenida, especialmente resultista una vez se le toma la medida. Pikmin es un ejemplo de originalidad y carisma, una breve oda a la naturaleza en la que el jugador ha de hacer frente a numerosos peligros que le alejan de obtener las 30 piezas esparcidas de nuestra nave espacial, hecha añicos tras un aterrizaje forzoso, producto de la colisión fortuita contra un asteroide. Cuando el capitán Olimar desciende de la nave por primera vez se encuentra en un planeta alienígena cuyo oxígeno es incompatible con la constitución humana, viéndose de este modo obligado a abandonar la zona en un plazo de 30 días, tiempo que resta hasta que se agote definitivamente la reserva vital del capitán.
Sorprendido por todo lo sucedido, Olimar se acerca curiosamente hasta una pequeña hoja de la que surge una extraña criatura, medio hombre medio planta, a la que puede otorgar órdenes telepáticamente a través de una pequeña antena situada en su casco espacial. La criatura es capaz de de cargar con pequeños objetos y de transportarlos a la planta central, nuestra base de operaciones. Hasta ahí traslada una moneda de la que mágicamente surgen varias semillas, que a su vez producen más de estas carismáticas criaturas, a las que el protagonista baut
iza como Pikmin. Así comienza una aventura que nos lleva a distintos escenarios naturales por los que pululan toda clase de seres, plantas, monedas y otros muchos elementos que conforman el universo creado por Miyamoto.
Sea cual sea el motivo último que ha impulsado a Nintendo a lanzar esta serie, ciertamente se trata de un oportunidad muy interesante para revistar títulos divertidos, de una gran factura técnica, que en la mayoría de los casos fueron calificados con valoraciones notables por parte de los medios especializados. El primer exponente de la colección es Pikmin, con el protagonismo del capitán Olimar y de los peculiares hombres-planta que pueblan el planeta donde se ha estrellado por casualidad la nave de nuestro héroe. Una sabia decisión por parte de la compañía de Kyoto dada la popularidad de la licencia en Europa y de los buenos resultados que obtuvo en su día en el mercado occidental.
El éxito o fracaso de esta línea depende plenamente del precio de venta al que se ponen a disposición de los usuarios, otro de los puntos a debatir entre los aficionados y que se venía a esclarecer hace pocas semanas. 30€ parece un precio justo por disfrutar de estos títulos, más aún si se considera la dificultad para hacerse con una copia del original y las comodidades que garantiza un sistema de control completamente guiado a través del Wiimote y del Nunchuk, que como se podrá comprobar a continuación encaja perfectamente de cara a satisfacer las necesidades de los usuarios a los mandos de su pequeño ejército de Pikmins.

¡Piiikmiiin!
Shigeru Miyamoto sorprendió a propios y extraños con una idea tan sencilla como entretenida, especialmente resultista una vez se le toma la medida. Pikmin es un ejemplo de originalidad y carisma, una breve oda a la naturaleza en la que el jugador ha de hacer frente a numerosos peligros que le alejan de obtener las 30 piezas esparcidas de nuestra nave espacial, hecha añicos tras un aterrizaje forzoso, producto de la colisión fortuita contra un asteroide. Cuando el capitán Olimar desciende de la nave por primera vez se encuentra en un planeta alienígena cuyo oxígeno es incompatible con la constitución humana, viéndose de este modo obligado a abandonar la zona en un plazo de 30 días, tiempo que resta hasta que se agote definitivamente la reserva vital del capitán.
Sorprendido por todo lo sucedido, Olimar se acerca curiosamente hasta una pequeña hoja de la que surge una extraña criatura, medio hombre medio planta, a la que puede otorgar órdenes telepáticamente a través de una pequeña antena situada en su casco espacial. La criatura es capaz de de cargar con pequeños objetos y de transportarlos a la planta central, nuestra base de operaciones. Hasta ahí traslada una moneda de la que mágicamente surgen varias semillas, que a su vez producen más de estas carismáticas criaturas, a las que el protagonista baut

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